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Los huracanes

Los fenómenos naturales están presentes a diario en nuestro planeta. Sin lugar a dudas, uno de los más espectaculares por su magnitud y consecuencias son los ciclones tropicales. Estos “monstruos” de nubes, lluvia y viento son considerados como un importante riesgo natural debido a su gran frecuencia, intensidad, amplio recorrido y daños que ocasionan sobre el territorio a nivel humano y material. Actualmente forman parte de la investigación diaria de científicos y organismos internacionales para entender mejor su comportamiento y saber cómo minimizar los daños que generan.

¿Pero qué son los ciclones tropicales? Son formaciones atmosféricas de bajas presiones en torbellino que se forman en los océanos de la zona intertropical durante la estación cálida y vienen acompañados de fuertes vientos e intensas lluvias (Chémery, 2003). Para cada zona del planeta los ciclones tropicales reciben una o varias denominaciones genéricas. Los ciclones tropicales formados en el océano Atlántico y en el noreste del océano Pacífico reciben el nombre de huracanes. La denominación de los ciclones tropicales del noroeste del Pacífico es de tifones, mientras que en Oceanía son denominados Willy Willy.

Figura 1. Huracán Mitch de 1998 al norte de Centroamérica a vista de satélite. Fuente: National Oceanic and Atmospheric Administration (NOAA).

Es importante tener en cuenta algunos factores para determinar si la masa ciclónica es o no un ciclón tropical (huracán, tifón, etc.). Uno de los requisitos esenciales es la velocidad del viento. Una masa de aire ciclónica que presente vientos inferiores a los 60 km/h correspondería a una depresión tropical. Si la velocidad de los vientos oscila entre los 60 i 119 km/h estaríamos ante una tormenta tropical. Y por último, cuando los vientos son superiores a los 119 km/h identificamos la masa de aire como ciclón tropical, siempre que a estos vientos se le sumen intensas lluvias. Un factor imprescindible para el favorecimiento de la formación y desarrollo de un ciclón tropical es que la temperatura superficial del agua supere los 26,5 ºC (Blodgett y Keller, 2007).

De hecho, son muchos los aspectos que caracterizan a un ciclón tropical. Seguidamente destacamos varios:

  • Formación en latitudes comprendidas entre 5º y 20º.
  • Formación en superficies oceánicas cuya temperatura sea superior a 26,5 ºC.
  • Presión central inferior a 950 hPa.
  • Vientos superiores a 119 km/h.
  • Vórtice ciclónico espiral con diámetro entre 200 y 500 km.
  • Nubosidad convectiva (cúmulos y cumulonimbos), cuyo espesor aumenta a medida que nos acercamos al núcleo del ciclón.
  • Suficiente fuerza de coriolis para animar la rotación ciclónica.
  • Gran zonificación inestable.
  • Distinción en cinco categorías según la intensidad de los vientos.

Se puede ver que son varias las características que presentan los ciclones tropicales, haciendo muestra de su complejidad y condiciones para su formación (Martín-Vide y Olcina, 1996; Blodgett y Keller 2007).

Hemos visto qué son los ciclones tropicales, las distintas denominaciones que reciben según el océano en el que se formen (huracanes si surgen en el Atlántico y noreste del Pacífico), y que para favorecer su formación necesitan una temperatura del agua en superficie superior a los 26,5 ºC. ¿Y cómo se forman los ciclones tropicales? ¿Cuál es su proceso? Las capas bajas de la atmósfera se calientan y se inicia la ascendencia, reforzada por una convergencia en el suelo y una divergencia en altitud, ya que se sitúa en las proximidades de la zona de convergencia intertropical (Chémery, 2003; Blodgett y Keller, 2007). La formación de un ciclón tropical es la vía de escape a tanta concentración de vapor de agua sobre el océano. Cuanto mayor sea la temperatura de éste más evaporación habrá, por lo que el ciclón que se esté formando estará más alimentado y podrá ser más potente. Tras su formación y desplazamiento hay un enfriamiento de las aguas donde se ha originado, ya que toda la concentración calorífica y de energía que había sobre la superficie ha sido absorbida por el ciclón. 

Figura 2. Esquema de un ciclón tropical. Fuente: Chémery (2003). 

En el esquema de la figura 2 se puede apreciar la morfología de un ciclón tropical. A nivel general, el diámetro de la corona principal (en la que el viento puede superar los 300 km/h y las nubes cumuliformes, erigidas en forma de muralla, se elevan hasta los 15 km), mide entre unas decenas de km y 200 km. La presión es muy baja, las lluvias abundantes y la temperatura elevada. La corona exterior, de una amplitud de entre 100 y 200 km, corresponde a una zona de aceleración de los vientos que alimentan el ciclón por la base. Las nubes se enrollan en ella formando entre dos y siete espirales alrededor del ojo. Éste es una zona de calma, cuyo diámetro, de 10 a 100 km, se va reduciendo a medida que se forma el ciclón. La velocidad media de desplazamiento de los ciclones es de unos 30 km/h (Chémery, 2003).

En el Atlántico, los huracanes tienden a desplazarte de sureste a noroeste, mientras que en el noreste del Pacífico lo hacen, mayormente, de noroeste a sureste. Si bien la fuerza del viento (entre otros factores), nos indica si una masa de aire ciclónica es un ciclón o no, también es importante para saber la magnitud de un ciclón tropical.

Tabla 1. Clasificación de huracanes mediante la escala Saffir-Simpson para el Atlántico norte. Fuente: Martín-Vide y Olcina (1996). 

En esta tabla se muestran las diferentes categorías en las que se rigen los huracanes en el Atlántico según la velocidad de los vientos a partir de las escala Saffir-Simpson. Cuanto mayor sea la fuerza del viento más categoría tendrá un huracán, y con ello, más potente y devastador será. El National Hurricane Center (NHC), denomina como huracán inferior a los que son de categoría 1 y 2, mientras que los de categoría 3, 4 y 5 son considerados como huracán superior.  

Son diversos los huracanes que ha habido a lo largo de la historia en el océano Atlántico. A continuación se muestran algunos datos curiosos sobre varios de los huracanes que ha habido.

Tabla 2. Datos extremos de huracanes en el Atlántico norte. Fuente: elaboración propia a partir del National Hurricane Center y del artículo Los diez récords de huracanes más increíbles de la historia (2012), del portal digital de noticias Lainfomración.com.

También es relevante considerar otros datos interesantes. El 2005 fue el año con más huracanes en el Atlántico desde que se tienen registros; hubo un total de 15. Asimismo, 1950 fue el año que registró el mayor nombre de huracanes de categoría superior; fueron ocho sobre un total de 11. En el Atlántico el período oficial de los huracanes va desde el 1 de junio hasta el 30 de noviembre, con una media de siete huracanes al año. Septiembre el mes con más huracanes. Aparte de los ya mencionados en la tabla 2, otros huracanes que destacamos son el Inés (octubre de 1966), Allen (agosto de 1980) y Mitch (octubre de 1998).

¿Y quién pone nombre a los huracanes del Atlántico? Esta tarea empezó a realizarse a partir de 1953 por parte del Centro Nacional de Huracanes de los Estados Unidos, aunque actualmente las denominaciones las hace la Organización Meteorológica Mundial (OMM). Durante las primeras dos décadas desde que se asignan nombres a los huracanes sólo se utilizaban nombres propios femeninos, pero desde 1979 se utilizan tanto los femeninos como los masculinos. Para los años pares a los huracanes se les asigna un nombre propio masculino, mientras que para los impares se utilizan nombres femeninos, en ambos casos de la A hasta la W, quedando exentas las letras Q, U, X, Y, Z. Si se llega a la W y siguen habiendo huracanes, se utiliza el alfabeto griego. Asimismo, los nombres que se asignan a los huracanes tienden a repetirse cada seis años excepto aquellos que han formado parte de un huracán muy destructivo a nivel material y humano. En estos casos el nombre se retira y no se vuelve a utilizar más, por lo que nunca volverá a haber un huracán denominado Mitch o Katrina, entre otros muchos nombres.

Esta misma dinámica en cuanto a la asignación de nombres y letras disponibles también se aplica a tormentas tropicales y subtropicales. Por ejemplo, en 2014 hubo el huracán Cristobal, y el siguiente huracán fue el Edouard. ¿Y dónde está la letra D? En este caso se utilizó para bautizar como Dolly a la tormenta tropical que hubo entre estos dos huracanes.           

Antiguamente, a los huracanes se les asignaban nombres de festividades que se celebraban coincidiendo con el paso de éstos. Por ejemplo, el gran huracán de 1780 (tabla 2), arrasó las Antillas cuando se celebraba la festividad de Saint Callixtus, por lo que el huracán recibió dicho nombre.  

Según el NHC, los países con mayor probabilidad de padecer un huracán proveniente del Atlántico son Cuba y los países de las Antillas, seguidos por el estado norteamericano de Florida y México. Los meses en los que estos países podrían verse más afectados son septiembre y octubre. En cambio, los que tienen menos probabilidades de verse afectados por un huracán proveniente del Atlántico son Belice, Guatemala, El Salvador, Haití, República Dominicana y los estados norteamericanos de Texas, Luisiana y Mississippi. 

Precisamente, algunos de los países con menor riesgo de padecer un huracán proveniente del Atlántico, como El Salvador o Haití, son también los más vulnerables, ya que son países pobres que cuentan con pocos recursos y débiles infraestructuras. Según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), Haití cuenta con un Índice de Desarrollo Humano (IDH), de 0.471, situándose en el puesto 168 de 187 estados. Por lo tanto, estos países son los más endebles frente a la llegada de un huracán, con altas posibilidades de sufrir importantísimos daños humanos y materiales.

Bibliografía:

  • Blodgett, R. y Keller, E. Riesgos naturales: procesos de la tierra como riesgos, desastres y catástrofes. Madrid: Pearson Pretince Hall, 2007, 422 p.
  • Chémery, L. Los climas: ¿un futuro imprevisible? Barcelona: Spes, 2003, 128 p.
  • Martín-Vide, J. y Olcina, J. Tiempos y climas mundiales: climatología a través de mapas del tiempo e imágenes de satélite. Barcelona: Ed. Oikos-Tau, 1996, 308 p.

Fuentes de información: